ALUMBRAMIENTO: EXPULSIÓN DE LA PLACENTA
Después de la salida del bebé, y mientras se le están dando los primeros cuidados y se coloca sobre el pecho de la madre, las contracciones uterinas vuelven para conseguir la expulsión de la placenta, membranas y el resto del cordón.
En esta fase de alumbramiento no es necesario recurrir específicamente a un factor de ayuda externo, tan solo habrá que mantener el cuerpo en reposo, lo cual no resultará difícil tras el esfuerzo y cuando al fin estamos con nuestro bebé.
Las contracciones, que en esta etapa no son apenas dolorosas, harán el resto, y entre 5 minutos y 1 hora después de nacer el bebé se expulsará la placenta. Ésta pasa al segmento inferior del útero y hasta la vagina, con lo que puede ser extraída. Una vez expulsada la placenta, el médico se ocupará de suturar cualquier desgarro o la episiotomía en el caso de que se haya practicado.
Si la madre ha dado a luz con anestesia epidural, apenas notará las molestias. De no ser así, percibirá unos dolores semejantes a los del periodo de dilatación, pero menos intensos y duraderos.
En esta etapa las sensaciones de la madre pueden ser muy variadas, pero en general el cansancio y el dolor da paso a la felicidad por tener al bebé ya con nosotros. Hambre, sed, escalofríos, temblores, impaciencia, relajación, ansiedad... cada madre describirá estos momentos de un modo diferente, pero probablemente en lo que coincidan es que todo el sufrimiento anterior se olvida.
Tras comprobar que el útero se ha contraído bien y que no sangra en exceso, el personal hospitalario limpia y desinfecta la zona genital de la madre. Después, la trasladan a su cuarto, o a una sala de observación si se le ha administrado alguna anestesia.